martes, 18 de noviembre de 2014

La palabra

Cuando era niña, quizás con ocho o nueve años, solía levantarme muy temprano los fines de semana, me gustaba estar a solas en el salón, en silencio, con todos dormidos todavía y coger la enciclopedia de la librería. Leía las definiciones de las palabras, una a una, aleatoriamente. Disfrutando del placer de descubrir.

Quizás porque estamos montando una pequeña biblioteca infantil en el grupo de juegos de la Asociación de vecinos me ha venido a la memoria estos recuerdos. Ver a Nino entusiasmado colaborando conmigo y con otros adultos y niños codo con codo revisando libros, organizando edades, decidiendo estantes...

Ilustración: El cielo por el tejado


Cuando era pequeña, desde que nací hasta justo los nueve años, pasaba largas temporadas en cama, enfermaba a menudo y eso me brindaba la oportunidad de poder leer a mis anchas, de poder aprender de verdad empapándome de todo aquello que necesitaba. Mi madre me traía a la cama el montón de cuentos que yo devoraba uno tras otro en aquellas interminables mañanas convalecientes. Practicamente siempre eran los mismos, tenía una pequeña colección (que aún guardo) de cuentos clásicos y fábulas. Esopo, Andersen, y alguno más se colaban en la cama conmigo y convertían mi pequeño cuarto en un bosque lleno de historias de animales, princesas, moralejas y sucesos fantásticos. Alguna vez me traían, comprado en el kiosko de prensa de la esquina, alguno de esos cuentos troquelados con historias típicas de mujeres muy pobres que lograban conquistar a grandes príncipes. Dibujos con grandes cabezas, mejillas sonrosadas y largos vestidos entallados.

La pequeña biblioteca que estamos amasando tiene mucho de polvo y viejas historias. Libros y cuentos cedidos, donados, regalados o abandonados a su suerte asoman su patita por debajo de la puerta en espera a que alguien les abra. Algunos con más de treinta años de vida. Otros son nuevos a estrenar, con olor a papel y tinta de papelería. Donados por una editorial que tiene claro que leer no es cosa de niños, sino de personas que lo necesitan y que, a veces, miden poquito.

Recuerdo que tenía unos diez años cuando escribí una novela. Una familia entera que huía de la vieja checoslovaquia para escapar de la guerra. Recuerdo el mapa que trazaba el camino errante, la búsqueda de las ciudades, los nombres impronunciables que encontraba a mi paso. Y sobre todo las imágenes. No hice ni un sólo dibujo de aquello que imaginé pero en mi mente quedaron prendidas las escenas que trasladaba en palabras. De forma misteriosa aquellas palabras dibujaban en mi mente de forma permanente.

Ilustración: El cielo por el tejado


Entre mis editoriales favoritas, no es ningún secreto, está Kalandraka. Hace sólo unas semanas que recibí un correo de ellos respondiendo a mi solicitud de libros para nuestra pequeña biblioteca de barrio. Es un barrio humilde, de realojos, casitas de obra y población que no tiene fácil el acceso a la cultura. No sé si nos hizo más ilusión que alguien prestase atención a nuestro pequeño proyecto o que fuese precisamente esa editorial, llena de autores con sensibilidad y amor por lo diferente la que respondiese a nuestra llamada. Quizás por eso, por diferente, se colaron sus álbumes ilustrados, enormes y llenos de color, entre nuestros pequeños estantes.

Yo no pensé que tuviera tanto que decir mientras escribía todo aquello en mi pequeño cuarto en casa de mis padres. Ni sabía en aquel entonces que con todas esas lecturas estuviese rellenando los estantes vacíos de mi propia niñez. Devoraba la palabra, definida en diccionario o navegando entre historias, daba igual. Pero devoraba.
La palabra. La importancia de decir lo que necesitas. La necesidad de encontrar la palabra. Y el regalo de que alguien ponga la palabra junto a ti, en ese preciso momento en que tu lo necesitas.
A veces hay palabras que llegan a ti y duermen hasta que un día despiertan. Como los bebés que comienzan a hablar después de tanto tiempo callando. Y a veces hay palabras que llegan tarde a ti, pero las recoges igualmente con dulzura, las incorporas a tu escenario y las vives con pasión hasta que decides que ya no las necesitas más porque puedes superar todo aquello que expresaba.
La palabra viva, la palabra oculta y la palabra durmiente. Todo aquello allí estaba, y yo sólo tenía que abrir el cuento y leer para cazarla.



Mi sincero agradecimiento a la editorial Kalandraka, y a Maria Luz por la donación de esos libros que tantos momentos vividos con pasión nos van a regalar a todos (grandes y pequeños) de este barrio sencillo.

Mi pequeño homenaje a mi madre, que tanta pasión por la lectura me regaló en mi infancia, que no tengo espacio en blanco en esta hoja para escribir mi agradecimiento.

Mi gran admiración por mi pequeño gran lector que aún no sabe leer, por ese gran enamorado de las historias que ya las sabe contar, por esa pequeña sonrisa que se le escapa cuando asoma la cabeza al cuento y me dice mamá... ¡cuéntame más!



sábado, 25 de octubre de 2014

Amar sin luz

Quiero guardar el silencio de la responsabilidad. Cuando intuyo que una sombra mía te recorre el espinazo.
El día de mañana, pequeño amor, quiero lograr mirarte a los ojos cuando sólo puedas ser lo que eres, cuando las sombras reinen en el mundo que te construyas a tu alrededor. Porque somos luz, pero también de sombras estamos hechos, y de respuestas cobardes a veces.

El día de mañana quiero amarte en silencio en tus cobardías, porque será que he amado las mias. Quiero poder amarte en silencio, con respeto, en tus huídas porque querrá decir que he sabido ver con distancia las mias. Quiero amarte en tus temores, en tus actos inaceptables, en tus noches de pérdida y desmemoria. Porque eso querrá decir que me he sabido aceptar en mis momentos turbios, reprochables. Porque eso significará que habré asumido que son parte de mi, y debo hacerme cargo de ello, con cariño, sin culpas, capaz de responsabilizarme.

Yo quiero amarte cuando falles, cuando caigas, cuando te doblegues. Quiero tomar en brazos a tu fragilidad, con cariño, y devolverle la dignidad con una mirada de amor. En silencio. Sin más gestos que la calidez de la piel al tocarse.



El día de mañana quiero que amarte sea una palabra hermosa que recorra todas tus sombras. Eso querrá decir que en el día de hoy he sabido responsabilizarme de mis sombras que danzan sobre los dos titubeantes, como velas en la noche.

No quiero que sufras, pequeño amor, pero sufrir es sentir que no te aman por no ser lo que debieras.

Quiero guardar el silencio de la responsabilidad, a tu lado. Consciente de que tal vez, sea el único modo de mirarte con amor en todos los momentos. Cuando te invaden las sombras, y cuando transportas la luz que llevas dentro.

Hacerme responsable de mis pobrezas que me llegan en forma de disparos sobre mi cabeza, devueltos por tu reflejo constante. Tomaré mis heridas y aprenderé a vivir con la marca que dejen, serán las señales de que algo pasó, de que algo quedó atrapado entre mi ser y mi experiencia. Y no volveré la cara para no negarme, una vez más.

Quiero poder amarte cuando nadie más pueda hacerlo. Y podré hacerlo porque no te juzgaré, porque tendré el amor en la boca, porque en mis manos sólo habrá la certeza de que eso fue lo único que pudiste hacer. Y entonces, sin lugar a dudas, te amaré.

jueves, 9 de octubre de 2014

Una escuela en movimiento. La cultura y el amor.

Estoy enamorada, pero completamente enamorada de la idea de poder ofrecer otra educación diferente a la que yo recibí de pequeña. Pero no va a ser diferente por ser escuela libre, no va a ser diferente por la atención y la escucha que va a disfrutar, por la libertad con la que se va a poder mover en las horas que no estoy con él. No. Estoy completamente enamorada de la idea de criar y educar a mi hijo en la cultura de la participación, de la implicación, de seguir las creencias que te nacen de dentro, de mirar en la dirección que te parece más coherente, de tirarte a la piscina, saltar al vacío y abrir los ojos y encontrarte rodeada de gente que trabaja en cambiar el rumbo. Eso es cultura.

No soy perfecta, hijo, no puedo ofrecerte una completa seguridad personal, una higiene psicológica completa, una vida perfectamente estructurada. No soy esa madre que al principio de tenerte entre mis brazos aspiré a ser. Pero soy yo, con esta decisión soy yo, y puedo ofrecerte una vida de verdad. No una vida de mentira en la que no creería. Con esta decisión, con este salto al vacío, con esta forma de complicarnos la vida de una forma tan bonita, me voy a hacer más yo todavía. Y ese, cariño, será tu regalo para toda la vida. Poder ser lo que necesito ser y escucharme por dentro. Y tal vez, aunque no soy perfecta, llegue un día en que tu te escuches por dentro y quieras ser lo que necesites ser en cada momento.



Tal vez nos equivoquemos, tal vez no sepamos bailar aunque te oigamos cantar, pero todo lo que somos, lo que soy te lo habré ofrecido. Viviendo la vida como casi hubiera querido. Sin grandes logros, con cobardías que rugen por dentro. Pero amándote lento, como yo lo intento conmigo misma, con mi corazón de tortuga. Ofrecerte lo bello, sin ser perfecto.

No sé a dónde nos llevará esto, una escuela que respira vida en movimiento. Que te acoge con silencio, con orejas que se agrandan, con mayores que se empequeñecen. No sé a dónde nos llevará esto, pero el silencio construye y deja oir lo que la vida te tenga que decir, y ese será un gran tesoro para ser feliz.
Espero que algún día sepa porqué hice esto, porqué nos metimos hasta el fondo de algo que se mueve en silencio. Una escuela en movimiento, a ritmo de pasos pausados y gestos. Como el cuadro de El descendimiento, esa danza silenciosa de trajes y marcos dorados. Van der Weyden te adivinó el ritmo, así, tan lento, de suspender la vida y sostenerla sin vacilar ni un momento.

Todavía está todo muy lejano, los proyectos se juntan y se organizan, desaparecen y aparecen otros nuevos. Todavía está todo muy difuso. Pero hay algo que se acerca. Irremediablemente.

Estoy enamorada, completamente enamorada de vivir queriendo amar esta locura de mundo, y cada vez que decido que me embarco en un proyecto pienso que tu verás en mi lo que es vivir amando. Colaborando, cooperando. Haciendo que todo este mundo sea poco a poco, la flor que respira aire puro, que se siente amada aún lejos de su principito.

lunes, 30 de junio de 2014

Amar es un riesgo

Esto no es amor,
es una locura.
Desde la atalaya más alta
al canto rodado que afina en el lecho del rio.
Te amo.

Te amo, mi pequeño tesoro.

Pero esto no es amar,
es una locura vestida de riesgos
que se asoma agitada,
y sonríe,
divertida
tocada con flores,
cargada de aromas
de labios,
de besos
de risas.

Ilustración: El cielo por el tejado


Te amo así mi tesoro,
subida...
y bajada...
montada en la noria de adivinar tus pasos,
y de cuidar tu morada,
en la que cada piedra debe llevar su nombre
en la que cada hombre debe pisar su huella
en la que cada mujer debe cerrar su puerta.

Te amo.

Te amo y arriesgo,
pequeño tesoro...

¡si yo hubiera sabido que amar era esto!


domingo, 15 de junio de 2014

Juegos de arena... (listas II)

Al principio no lo entendía... jugar con plena libertad.

¿Jugar a qué? ¿jugar qué es? ¿porqué lo sacas todo del cesto? ¿porqué volverlo a tirar? ¿porqué olvidarte la merienda ensimismado en la arena? ¿qué tienes en la cabeza, pequeño, para estar tan feliz?

Al principio sonreía sin más.
Te miraba embobada, pero no sabía porqué te sonreía al verte jugar.

Poco a poco aterrizé en tu planeta. Lleno de mundos y constelaciones sin nombrar.
Intentaba recordar. ¿Qué es lo que yo tenía en mi cabeza? ¿Qué fue aquello que me transportó a otro lugar?
¿cuando comencé a poner los nombres?

Foto: El cielo por el tejado


Al principio no entendía muy bien... ¿aquello era jugar? y todavía, a menudo, sigo sin mucho entender.
Porque me cuesta olvidar, me cuesta estar en el suelo, me cuesta restar importancia, me cuesta mancharme, chorrear, me cuesta reirme sin miedo, me cuesta saltarme la norma, me cuesta subir al cohete que te lleva tan allá...

Con el tiempo he hecho una lista de los planetas que a menudo visitas. Es incompleta, como todas las listas. Torpe, como todas formas de meterte en un papel. Pero sé que yo algún día olvidaré lo que jugué, donde estuve contigo, porqué pasó tan rápido todo el tiempo a tu lado. Por eso yo necesito un mapa para volver y te lo voy a leer:

Sacar el jugo de las mandarinas y empezar a babear,
de gusto, de placer, de juego en la boca.

Tirar de la manta hasta tenerla en la cabeza,
y bucear en la cama buscando el calcetín mientras miras la cara de papá y mamá bostezando,
mirando el reloj agotados.
Tirar del rollo de papel higiénico,
tirar del pelo de mamá,
tirar de la siesta más de la cuenta y luego vuelta a empezar.

Sacar las cacerolas al suelo,
llenar de arena los bolsillos,
llenar de besos a mamá, llenar de pan el suelo, llenar de hojas mis manos, mis bolsillos, mi mochila.
Coger las bolas de zarza, coger las flores del jardín, coger la manguera de riego, recorrer el jardín entero, dejar el queso y el pan en el suelo, y luego vuelta a empezar.

Foto: El cielo por el tejado


Mirar, igual que miran las moscas, una pequeña araña que teje su tela en el patio.

Entender que el malo es gracioso,
que te puedes pitorrear.
Que es la música la que se mueve y no eres tú al compás.
Que los piratas no manchan, que naufragan sin parar, que son de lo más terrible cuando tienen hambre y no tienen lo que robar.

Que los sueños son de verdad, que se puede jugar a ellos, que te puedes arriesgar.

Que la lucha es divertida, y el barro fundamental, que los parques son galaxias habitadas por cada rincón, seres amables y extraños, seres con forma de ratón, arbustos que esconden secretos, hormigas que comen carbón.
Pequeños hallazgos, las chapas del suelo, tesoros, peleas de sofá y cojín...

Jugar a ser el soldado que se va a la guerra y hace un amigo, con el que se esconde a jugar, con el que comparte merienda. Jugar a la guerra que se detiene para que dos amigos puedan charlar, que no muere nadie, que tiene balas de huesos de melocotón.

Foto: El cielo por el tejado


Me gusta creer que tus juegos los tendré en un mapa, y que te podré seguir. Me gusta pensar que tu juego es como un ser extraño que puedo cazar y retenerlo ante mi. Para hacer estudios de adulta, para equivocarme al examinarlo y creer que con mi ciencia puedo desentrañar todo lo que significa para ti. Tú eres puro juego, eres libre. Un torbellino al que seguir.

Al principio no lo entendía... y ahora me confieso enamorada, me refiero a jugar. Juego libre. Jugar en plena libertad ¿Todo eso qué será?


viernes, 30 de mayo de 2014

En la orilla

La niebla se enroscó en el cielo,
aprensiva.
¿Dónde está esa madre niña?
Cuando nació se soltó de la mano,
rompió el cordón
y desprendió la mirada.

Pendió,
como penden los hilos.

Esa mujer madre niña,
dormida en la orilla.
Que despierta pálida ante su cuerpo olvidado.
¿De quién es ese hijo que llora por dentro?

Cinco horas después fueron a buscarla,
¿dónde está la madre que duerme en la orilla?
que duerme en la orilla
y que canta al revés.
Como si cualquier cosa pudiera ser.

Ilustración: El cielo por el tejado

Despertó del sueño,
no lloró completa,
no formó su nube de polvo de estrellas.
Caminó dormida entre tanta arena, desierto que auyenta,
que vela, que oprime,
entre tanto vacío.

Recuerda.

¿Dónde está la madre niña debajo del cielo?
Dormidos los ojos,
con el útero errante,
la orilla vacía ¿quien llora a lo lejos?

No busques, no gimas.
Al final nos pare el aliento del ritmo,
el viento incansable que azota la vida.
No gimas ya madre niña
y busca a la madre que duerme,
que ofrece su pecho,
que canta y delira,
que arropa la orilla.

Al final nos pare el aliento del ritmo,
el viento incansable que azota la vida.

La vida.

lunes, 19 de mayo de 2014

Ser de papel y lápiz (Sueños II)


Te pido permiso para dibujar en ti. Perdóname, no quiero reescribirte, no me mal interpretes. Sólo quiero acompañarte desde mi viejo lápiz de mina.

Desde hace algún tiempo me he dado cuenta, que quiero dibujarte los sueños nocturnos. Sólo poner un par de trazos, quizás alguno más que se me ocurra.

Y es que por las noches, a partir de ahora, dibujaré una sonrisa al dormir contigo e ilustraré tus cuentos mientras sueño. Que nada enturbie tu paz, que todo lo pueda por ti. Que los lobos sean lobos, y no maldad que se ensaña. Que la princesa no se salve sino que amenace volver.

Sólo así podrá ser. Que despacio, como un caracol que se arrastra, te acompañe a vivir.

Cómo acompañarte a vivir tus miedos, si no es como un caracol.
Cómo acompañarte a vivir tus riesgos, si no es con el vientre sobre el suelo.

Desde hace algún tiempo tengo el pincel preparado. Desde hace algún tiempo quiero dibujar otra forma de mirarte, con la mancha repartida por todo el papel, sin juzgarte, respetando tu forma original, sin empañar la línea que te forma.

Ilustración: El cielo por el tejado

Y es que sólo quiero dibujar tus sueños, los que tienes por la noche, que te persiguen a veces. Sólo quiero ilustrar tus cuentos para que sepas que estoy ahí, así callando, mientras duermes. Para acompañar tus pasos por la tierra de los dragones, que no son de fuego, sino de leche. Y se ríen mientras duermen y te llevan a cualquier lugar.

Sé que no soy quien para decirte qué es este mundo. Sé que no puedo, ni quiero, ni debo, colorearte lo que es gris, o blanco o negro. Pero yo sólo quiero estar ahí,  acompañándote en silencio, cuando quieras cerrar los ojos. Cuando mires a otro lado, cuando la imagen sea tan fuerte que no sepas quitar la mirada.

Yo sólo quiero dibujarte un sueño, con tapa dura y entelado.
Yo sólo quiero estar contigo como si tu fueras el lápiz y yo el papel preparado. Acompañando los trazos, recibiendo el grafito, apostando por las líneas que suben más alto.

Como un caracol tendré que pintar de blanco la estela de mis pasos, para que sepas por dónde paso, para que sepas que yo he caminado.

No quiero dejarte huella. Que mi lápiz no apriete el soporte.
Sin improntas, sin señales.
No habrá marcas imborrables.
Yo sólo quiero dibujar en tus sueños. En esos que no se recuerdan, pero que dejan una sonrisa ligera en el rostro cuando despiertas.




Para dibujar en los sueños puede hacer falta...

Una libreta en blanco, para que admita todos los trazos, puede ser que en el bosque de tu interior haya más líneas de las que a primera vista parece...

Pasar una tarde mirando las nubes, dejándo que sea cualquiera la forma que aparezca, permitiendo entrar a dragones y murciélagos en el imaginario... es importante no marginarlos 

Olvidar de qué color son los árboles, el sol, o las mariposas... es mejor que cada vez que lo dibujes tengas que elegir cúal color darles porque depende de la hora del día, de lo que hayas comido, o del humor que te pase por las arterias puede que lo veas en distintas tonalidades 

viernes, 9 de mayo de 2014

Ya no danzo al son de los tambores...

Quizás ser madre tenga un poco de eso, no dejar que nadie haga lo que tienes que hacer por ti. Por ti misma, para ti misma y para otros. Quizás por eso este camino converge con el otro. Quizás sea eso.

Porque dejamos que otro se encargue de nuestro cuerpo,
dejamos que otro se encargue de nuestra mente,
confiamos a otros nuestra salud, nuestra seguridad,
dejamos en manos de otros la educación de nuestros hijos,
su bienestar emocional en las palabras de expertos,
nuestra capacidad de decisión en la posición de la mayoria, o de los que piensan, o de los que mandan...

Quizás sea eso.

¿Porqué en un mundo de delegar no hablamos más de emanciparnos?

La maternidad es precisamente un punto de arranque para tantas ganas de hacer por una misma que no puede ser casualidad. La maternidad te agranda las orejas, te ensancha las pupilas, pero sobretodo de agranda el poder de ti misma. Si lo sabes intuir, si lo dejas hacer, si lo quieres asumir.

Porque no nos emancipamos, no bailamos al son de nuestro instinto, nuestro cuerpo, nuestro hij@.
Navegamos siempre en contra de lo que es tan nuestro, de lo que nos pertenece.
Navegamos todo el tiempo, sin contar con nosotros mismos.

"Yo vivo navegando sobre el tiempo, yo vivo navegando sin tus besos.
Yo vivo preguntando, no lo entiendo..."


Porque parece que curarnos de enfermedades es como internarte en una caverna oscura, donde otros te han dicho siempre que sólo ellos pueden poner luz, donde otros te han dicho que debes temer adentrarte porque son laberintos de donde no se sale. Donde viven oscuros seres a los que temer.

Ilustración: El cielo por el tejado


Donde otros me habían dicho que hay monstruos que aniquilar yo, desde la maternidad, con todo lo que me ha traido y las formas que he descubierto, sólo veo un río en el que nadar en favor de la corriente. Mi cuerpo y mi psique a favor de mi misma, respetuosa con la flora de la ribera, respetuosa con lo que soy, con lo que tengo, con mi cuerpo instrumento de tantas cosas sanas. Capaz de liberarse. Capaz de emanciparse.

"Sería bonito coger las estrellas con las manos.
Hacer un barco en el aire y navegar sin descanso.
Es que yo vivo navegando sobre una barca sin remos"

Sólo un paso atrás quedan los abandonos de mi cuerpo en otras manos. Sólo un paso atrás quedan las sensaciones de incapacidad, de no saber, de no llegar. Y es tan fácil volver ahí que ya no da ni miedo el retroceder, porque me sé el camino, y este camino es mio. Lo he trazado yo, a fuerza de pisar. Y lo seguiré trazando noche a noche y día a día. Mientras tomo poco a poco el poder de lo que me fue arrebatado.

Ya no danzo loca al son de los tambores de lo que otros quieran para mi, para mi cuerpo, para mi mente, para mi hijo, para lo que es de tod@s, para nuestro futuro...

Hay remedios caseros, pócimas y unguentos de nuestros ancestros, pomadas que traen esencias de plantas machacadas que curan por dentro y por fuera. Hay vendas que nunca se ponen en los ojos, se ponen en las muñecas para fortalecer, para luchar. Hay fórmulas que no son mágicas, son la fórmula de la vida y del poder sobre la misma.


"Confundir y confiar, para golpear despúes y confiar..."


El último de la fila "Ya no danzo al son de los tambores"




Niña Pastori "Yo vivo navegando"



Para emanciparnos desde nuestro cuerpo:

Un líbro: Anti-tóxico, de Carlos de Prada. Decidir sobre uno mismo y lo que le rodea con información.

Las medicinas alternativas, respetuosas con el cuerpo, que trabajan a favor de él, que confían en su lado sano: la homeopatía, la reflexología, la osteopatía...






miércoles, 30 de abril de 2014

El mundo en tus manos

 
Mucho se ha escrito sobre el arte como juego, hay autores que subrayan que el arte es un dispositivo a merced de lo que no es útil, de lo inservible para lo práctico y lo utilísimo para la cultura, el pensamiento, y en definitiva para el desarrollo del ser humano.

Cuando te veo tumbado en el suelo, agrupando piezas por colores y levantando torres impensables que más tarde tú mismo vas a derribar gozoso... me deleito en pensar que estás empoderado con el mundo en tus manos. Cada torre levantada, cada torre aniquilada. Sin más intención que disfrutar de su invención y su derrumbe. Eso es jugar. Eso es tener todo el poder del mundo en tus manos.

Mucho se ha escrito y hablado sobre el juego infantil, sobre sus beneficios, sus virtudes, el desarrollo de la capacidad de aprendizaje...
Mucho se ha escrito y hablado sobre el arte. Su importancia en la sociedad, su relevancia para el desarrollo de la cultura...

Pero poco o nada es, en realidad, la conciliación que ofrece nuestra sociedad para con el juego. Jornadas escolares agotadoras, horarios parentales insostenibles para el normal funcionamiento de una familia, pocos momentos de paz para entregarse al juego durante horas. Para olvidarse, para ensimismarse.

Foto: El cielo por el tejado



El juego y el arte requieren de algo fundamental: El ensimismamiento, disfrutar del aquí y ahora como si nada más ocurriese. Pero sí ocurre, porque tanto el juego como el arte vuelcan tras de sí todo un mundo interior entretejido por la experiencia, por las vivencias, por lo cotidiano y por lo universal a la vez.

Pero poco o nada es lo que se prioriza hoy día el arte, la creatividad y el desarrollo de nuestra capacidad de entusiasmarnos y ensimismarnos. El arte de crecer guiándote por tu propio motor generador de momentos absolutos. Dónde todo puede ser porque precisamente tu en ese momento ERES, y nada más. 

En los espacios dedicados al niñ@ para enseñarles lo que deben ser, es decir los colegios, se les priva cada vez más de las áreas más humanas, más innatas, más intuitivas: la música, el arte, la plástica, las creatividades, las manualidades, los talleres… El mundo de los sentidos, lo abstracto y lo conceptual relegado al final de la fila, el mundo del pensamiento crítico expulsado por mal comportamiento, el mundo de la identidad propia, la autoría, la iniciativa queda castigado. El descubrimiento de lo colectivo desde el placer de la participación espontánea no tiene cabida en este colegio que se está formando hoy día y que está conformando a nuestr@s niñ@s.

En los espacios dedicados al arte para que sea mostrado ante todo el mundo, es decir los museos y centros de arte, existe poco o ningún espacio para la reflexión, para el conocimiento, para el acercamiento. Por eso el circuito comercial del arte cada vez está más alejado de lo humano y más cerca de lo económico, de lo que no es inherente a él. A pesar de que much@s de l@s artistas contemporáneos se muevan en otro sentido, los espacios dónde se muestran están muertos, helados, enmohecidos. 

Foto: El cielo por el tejado


No es casualidad que el frío del alejamiento haga estragos en las relaciones entre el nosotr@s y nuestro ser creativo. Si nos olvidamos de jugar nos olvidamos del respeto por lo más profundo de nuestr@s niñ@s. Y faltaremos a la verdad de nosotr@s mism@s más adelante como adult@s cuando, estando ante un momento que requiera creatividad, ensimismamiento o entusiasmo no sepamos detenernos, contemplar y más tarde mostrar una respuesta propia, auténtica y con criterios.


Cada vez que te veo jugar pienso que todo lo puedes en ese momento. Cuanto más te observo deleitarte en tus juegos más claro lo tengo: muchos pensarían que tienes demasiado poder en tus manos.
Cada torre caida, cada palo en el barro, es un movimiento revolucionario... 

Parece que jugar y crear es algo peligroso, porque permite pensar y tener autoría, parece que la única salida es arrinconar estos verbos y hacernos a todos cada vez menos personas, menos sensibles, menos creativos. Y en especial a los niñ@s. Porque debe de ser peligroso. Por eso no se fomenta jugar, no se alienta al arte ni al juego, sería poner demasiado poder en las manos de otros.


Para reivindicar tu poder:



Para navegar:


Hay más opciones… la educación en movimiento:



lunes, 21 de abril de 2014

Poesía para el día a día

Poesía para el día a día,
para lo pequeño, para lo cotidiano.
Poesía para el dolor sincero,
en miles de balcones abiertos
dejando escapar sus aromas,
sus perfumes de no ser perfectos.
Con olor a crema para curar heridas,
con olor a ternura revuelta en la cena.

Olor, olor...
olor a pan,
a mercado,
a noche dulzona,
a ladrillo rezumando amor.


Es lo pequeño, lo que se escapa, lo acongojante,
por cotidiano, por necesario, por relevante.


Como un diario de páginas sin brillo,
sin sus hojas de color salmón.
Queriendo atrapar un deseo
con un trébol de dos suertes,
como caracoles que asoman sus cabezas 
casi todos los lunes al sol.

Ilustración: El cielo por el tejado


























Revientas de vida con tu día a día,
poesía cotidiana,
y te empapas de sabor a sudor.
Sabores nómadas, ausentes,
que luchan por llegar a tiempo,
que se afanan por no perderse nunca
el beso puérpero de la madrugada.


La vida cotidiana que nos devuelve,
que nos lleva a labrar el surco,
una y otra vez trazado.
Trepando, por tu balcón de mañana silbando,
esperando,
toda la mañana con harina en las manos,
los vapores de los juegos y tu risa, 
inundando.

Lo cotidiano,
ese balcón que se abre y deja escapar su canto.




domingo, 6 de abril de 2014

Alguien me ha dicho que soy un blog encantador...

Desde hace poco, no sé si os habéis fijado, luzco un pequeño corazón en el blog. Ha llegado hasta mi y ahora debo cuidarlo, como la rosa del principito. Parece frágil, como todas las relaciones. Parece hermoso, como todo lo que te regalan, y dice en el idioma del glamour y los negocios ¡que soy un blog encantador!. Es rojo, vistoso, y supongo que está pintado con el cariño del breve camino recorrido juntas. Gracias a María de "Pasuco a Pasuco" y a Maribel de "La madre de la naranja", dos blogs encantadores, por darme este corazoncito, tan caliente, y tan sencillo pero que tanta ilusión me ha hecho...



Me han pedido contar en once pasos quien soy, y yo obediente os los dejo aquí, a mi modo...

Uno. Soy un pequeño rincón, un escritorio sin luz, una breve lista de cosas por hacer, una idea que martillea sin cesar en mi cabeza envuelta en océanos de imágenes... Y que será, qué será, qué habrá de ser.


Ilustración: El cielo por el tejado


Dos. Soy la música que busca compás porque le cuesta mover los pies. La corchea que tímidamente enseña su tiempo breve para que le digan que puede seguir después. Y otra vez, otra vez. Por favor, muéstrese otra vez.


Tres. Soy la que escribe para nada, la que dibuja para menos, la que camina en sentido contrario porque a veces es mejor no avanzar y quedarse ahí, en el momento en que nací. Será por ti, será por tí...

Cuatro. Tengo a tres monstruos escondidos, habitando entre mis libros. De vez en cuando los paseo, por la noche, para no ser vistos. Son amenazantes, peludos y tienen cara de no haber comido... pero yo les canto una nana suave y se me quedan dormidos...


Cinco. Soy culinaria de sumar maneras, de pensar cómo mezclar distintas formas de pensar en todas. En ellas. Las mujeres que no, las que dicen que si, las que revientan de contento, las que omiten su pensamiento. No tengo remedio para esta receta, siempre aderezo con media libreta, de sumas de letras, de restas de sueño, de más de un milagro que arranque con vida la marcha prohibida de un barrio que va a la deriva.
Ilustración: El cielo por el tejado


Seis. Porque tengo credo y me lo creo, porque tengo fe ciega y la puedo ver. En el día a día, nunca en el papel. En las jornadas agotadoras, en las noches de no cenaré. En el tejido asociativo, en el calor de un buen café. En la copla en la ventana del vecino de triana, en la murga del obrero con camión hormigonero. En la delicia del parque, los niños y niñas descalzas bebiendo a sorbos el sol de primavera entre juegos y pelotas, cantando un himno a la vida.

Siete. Sólo sé de oficios, que no de beneficios. No tengo nada en general que sea de mucho valor, salvo un pétalo de rosa con risa de plata y rizos de oro, que lo llevo bien cuidado en el fondo del bolsillo.

Ocho. Soy mujer de cuidado, que tengo a mi cargo lo más necesitado, lo más precioso, lo más acabado. Pequeña obra del ARTE con mayúsculas con manos redondas y minúsculas. Soy espectadora de futuros ensimismados, encandilados con la idea de vivir el día a día jugando. Arrastrando las botas, pisando los charcos.


Nueve. Soy de ARte, Bellas Artes, soy de papel y de lápiz, de dispositivo artístico, de instalación que denuncia, de ganas de volcar un poco de amor por la vida. Que hay que cuidarla dándole vasos de agua, que calmen la sed del que pide cultura para poder SER. El arte es político si tiene quien lo pueda ver. El arte es vida si se deja querer, si lo podemos hacer. Si nos dejan hacer.

Ilustración: El cielo por el tejado

Diez. A veces dejo reposando la infusión, calmada para poder pensar. A veces no termino de saber porqué no puedo hacer más. De revolución para todos. De empatía para ti. De soledades acompañadas. De generar espacios de luz. Quien sabe si no será así para que pueda volver a mi credo con el corazón empapado de humildad, de coraje, de preguntas...

Once ... y es que no soy poeta, sólo me hago preguntas.
No soy artista, sólo las digo en voz alta.



Perdonad por la extensión, otro rato miraré si tengo un adaptador. Que en los tiempos que corren el tiempo es oro y no queda un espacio para expandir la sonrisa. Conectaré el modo rápido y todo será un poco más liviano.

Y aquí tenéis mis blogs encantadores, los once a los que traspaso este corazón caliente.
Disfrutad de la lectura,
un abrazo desde este tejado...













lunes, 31 de marzo de 2014

Caracoleando


A veces es imprescindible parar. Detenerse, cerrar los ojos y sentir que no hay nada más.
A veces es imprescindible callar, bucear y sumergirse y corroborar que no hay nada más importante que la palabra amar.
A veces, sólo a veces nada más, es posible que podamos perder el tiempo en caracolear.
Como los caracoles, perder el tiempo en deleitarse en caminar.
Y caminar y caminar. Y el paisaje no varía, no hay muchas novedades, simplemente arrastras tu cuerpo bajo el cálido sol y te dejas domesticar. Domesticar por la palabra amar.

Amar a la vida que nos lleva por caminos que no esperamos, por veredas por las que no habíamos arrastrado nunca nuestra concha, por acequias llenas de agua que nos asustan con sus corrientes peligrosas.
Amar caracol, amar.

Amar, cuando no sabes si tendrás valor para salir al paso. Si tendrás suficiente palabra para envolverte en ella. Para salirte a buscar en alfombra de plata.
De plata, caracol, de plata.
Amar para poder seguir amando.
Enroscada en la idea de perder el tiempo.
Entusiasmada,
caracoleando.



Y arrastrar la concha, como única carga. Y mirar al sol, como único deber. Y beber de la vida que me ofrece un camino largo, demasiado largo para un caracol. Que sabe que nunca lo va a terminar. Que no le interesa acabar, sino disfrutar del camino. Que camina en un sentido, arriesgado sentido, que sólo le lleva a amar.

…Ama, caracolea, déjate llevar.


Perdonad si alguna vez no respondo, quizás tomé el camino largo para volver de nuevo.
Caracoleando.
Buscando en el camino cómo amar, como los caracoles.
Arrastrando un hogar, un cuerpo.

La baba de plata que deja mi estela la miraré con nostalgia,
nostalgia de aquello que acabo de recorrer.
La baba de plata que deja mi cuerpo la dejaré donde está.
Para que pueda ser.
Amor y camino, tiempo y parada.
Caracoleando jugaré otra vez. A no tener pies, sino un vientre enorme con el que sentir la piel.

Amar caracol, amar.
A veces es imprescindible cerrar los ojos
y lograr amar.


A veces, sólo a veces, oigo una voz que susurra…
“Piérdete en el tiempo que te empeñaste en encontrar.
Y ama, caracoleando, dejándote amar.”



Para andar entre caracoles nos puede venir bien...


Música: Cesaria Evora y Pedro Guerra, Tiempo y silencio





Arte: Mona Hatoum, Mobile home 2005. Cuando llevar la casa a cuestas significa amar emigrando, amar despidiendose, amar entre dificultades, amar como única forma de vida estable.

http://lavidanoimitaalarte.blogspot.com.es


Lectura: El tiempo Vuela, Joäo Pedro Mésseder editado por Kalandraka


http://biblioabrazo.wordpress.com


Ilustración: El cielo por el tejado

domingo, 23 de marzo de 2014

Hoy estreno la posibilidad...


Fluyendo en el vértigo de las listas I

Hoy estreno la posibilidad, como cada día, de acercarme a la presencia del otro. Al que está al otro lado del espejo entintado. Pero no tengo el alfabeto completo para recitar el poema que llevo. Ni tampoco conozco el idioma que emplea.
Hoy estreno una posibilidad sin llave. Porque la llave ha desaparecido. En las redes que lían, en las pantallas que no reflejan, en los centros que comercian con la mercancía ajena: la nuestra, la de todos. Perdida entre el caos, entre el número y el infinito. En la lista vertiginosa (Umberto Eco) que, en este caso, nos aleja de los otros.

Dice Umberto Eco en su libro "El vértigo de las listas" que no hay cosa que más nos perturbe que una lista innumerable de cosas, una sucesión al infinito que jamás verá su fin:
 
"El temor a no poder decirlo todo aparece no sólo frente a una infinidad
de nombres sino también frente a una infinidad de cosas."

 Ilustración: El cielo por el tejado


Frente al libro de Eco, absolutamente delicioso para acercarte al arte desde un punto de vista literario, están las listas que nos rodean inmersos en el caos de nuestras vidas. Elencos innumerables que nos recuerdan cuánto nos falta para ser felices: aún no eres jefe, ni mujer liberada, ni has estado nunca de vacaciones en Tailandia, todavía no has vivido la experiencia más excitante de tu vida, no tienes un cigarro electrónico, ni una familia completa, ni una rosa de compromiso, ni un amigo ingeniero, ni un título flamante, ni una excursión loca para contarte, ni un destornillador eléctrico, ni una amiga perfecta... ni peso cincuenta quilos (por ahora), ni sé hablar de neurociencia, ni pienso en lo que debo pensar, ni siento lo que soy incapaz de sentir...

Son enumeraciones, listas que nos acorralan porque son imposibles de fijar. Son indefinidos, porque en su naturaleza está el ser infinitos. Para sentirnos frustrados cuando no llegamos a más. Porque siempre querremos más. Más amigos en Facebook, más seguidores en el blog, más contactos en el móvil, más invitados a la fiesta, más correos de no sé qué. Más de lo que sea que no sea lo que siempre veo. Lo cotidiano adormilado.

Si la forma de vivir nos dice que nunca tenemos bastante, quizás nunca seremos bastante. Para los unos, para los otros. Quizás nunca querremos bastante a lo que merece la pena querer. Quizás, sólo quizás.

"-Mamá, yo quiero que tu seas  rica...
-¿Yo?- sonrío- ¿rica?, ¿para que?
-Quiero que tengas siempre mucho amor para mi"



Hoy estreno, pero no acierto a saber cómo me puedo acercar al otro. Más allá de la lista innombrable de cosas que tengo pendiente de hacer, que tengo pendiente de ser, antes de llegar al otro
Estamos llenos, en este mundo, de relaciones inconexas, que no alcanzan a encontrarse, que se marchitan fugaces.
Dicen los sociólogos que el 85% de correos electrónicos y mensajes en redes sociales los escribimos entre amigos y familiares. Son maneras de decir que estás... sin haber estado. Sin mirar a los ojos. Sin escuchar ese tono cansado de tu voz. Sin demostrar alegría con los ojos, que no mienten.
Que nos entendemos con lenguas muertas, no con lo cercano. Nos empeñamos en sumar cuentas de correos electrónicos, pero no nos presenciamos, no evidenciamos que estamos en otro lado. No nos lo decimos con la cara abierta, entregando nuestra llave.

Ilustración: El cielo por el tejado


Hoy, como cada día, estreno la necesidad de saber cómo me lleno, cómo me doy. Cómo vuelco el recipiente que nos contiene enteros.
Desde la maternidad he sido cruelmente consciente del aislamiento que tenemos. La falta de empatía, la necesidad de acercamiento. Desde que entiendo que no sé cómo llegar al otro tropiezo siempre con el mismo escollo. Nos perseguimos los unos a los otros pero no corremos al encuentro. Nos enredamos en nuestra tela, conseguimos los jugos ajenos, pero no nos acercamos enteros. Sinceros. Sin deseo de ser aquello que vemos. Sin deseos, sin anhelos. Sólo con lo puesto, con lo que llegamos a este mundo.

Dice Umberto Eco que desde tiempos inmemoriales nos entregamos al placer de los elencos, que viene de lejos. Sólo que ahora, pienso yo, tenemos más fácil la evasión de lo concreto. Un trepidante flujo de vida líquida (Z. Bauman) nos arrolla*. Nada puede ser más concreto que mirarte frente a frente y decirte lo que callo mientras oigo entre tu risa una palabra de aliento.



*Arrollar, según la RAE:
Dicho del agua o del viento: Llevar rodando, con su violencia, alguna cosa sólida. Arrollar las piedras, los árboles.




Para buscar la llave, estrenar la posibilidad…

Lectura entregada con letras e imágenes: Umberto Eco, El vértigo de las listas, Ed Lumen. El infinito, el afán por abarcar, por llegar, por describir lo que desborda de este mundo desde la literatura y el arte.

 
http://books.google.es


Para ver y escuchar: la pasión por el contacto, la vuelta a la vida desde el agua y por medio del fuego. Emir Kusturica, “El tiempo de los gitanos”




Un cuento: para buscar en familia “El sentido de la vida”, filosofía pequeña para grandes mentes pensantes… Escrito por Oscar Brenifier e ilustrado por Jacques Després.

http://sonandocuentos.blogspot.com.es


Ilustraciones: El cielo por el tejado