viernes, 10 de enero de 2014

Mermelada casera...

Hace unos días que vuelo en libertad. Las once y cuarto de la noche, pueden ser para mi la hora del despegue, la confianza en que lo que escribo pueda llegar a ser un trazado para perseguir los sueños. Míos, tuyos, nuestros. Hace tiempo que la noche es para mi el espacio en blanco donde plasmar todo aquello que acontece durante el día y que no es posible, es del todo imposible, adentrarse en el descanso sin volcarlo.



Pensamos, reflexionamos, sentimos. Y como si fuera una conserva de mermelada casera necesitamos contenerlo. Envasarlo. Conservarlo en azúcar previamente calentado al fuego. Remover y remover, y volver a remover.

A veces lo hacemos inconscientemente. A veces lo hacemos practicando la salud emocional. Y otras veces no lo hacemos, lo negamos y lo tiramos a la basura, desechando la fruta que se ha pasado, que no sabemos aprovechar.

Vivimos, y como vivimos sabemos morir a las cosas. A lo que nos acontece como madres, como gatas experimentadas que se despiden a menudo de una vida que ya han quemado. Y viven y sueñan, y ronronean aletargadas  esperando a que vuelvan los días de perseguirse el rabo, aburridas. Y maullan encantadas de saber que su luna del tejado les pertenece a ellas.

Soñamos con parir hijos que no tengan que sufrir el pecado. Ni original ni regrabado. Ni en conserva ni pintado. Pero lo que sabemos al sentir tanto la noche y el día es que eso también forma parte de la vida. Hay que pecar y sufrir el pecado. Transportar la manzana para saber que tenemos muchos campos para sembrar lo que necesitemos, lo que nos de la vida, lo que nos haga rodearnos de cariño y de vocación por la libertad.






Nada más y nada menos, que aprender a cantar. Nada más y nada menos que menguar lo que nos merma, nos atenaza, eso es lo que adquirimos al comprar la maternidad. Y nos lo comemos con salsa, lo aderezamos con mostaza y nos engullimos las ganas de salir corriendo para poder exclamar: que soy libre cuando me amarro a unos labios que maman del amor, que rompen corazones ilegibles, que saben leer al sediento, que acurrucan niñas que no saben que son madres.


Pensamos, vivimos, soñamos, creemos en los astros que pueblan nuestra casa. Para desear encontrar la manera de continuar la marcha, de perder nuestros miedos, de afrontar nuestro cansancio. De ropa que nos apuntala, de trabajo que nos rebaja, de parejas que no entendemos, de sociedad que nos juzga, nos simplifica, nos trivializa.

Cuando todo es silencio y las risas se duermen, pensamos. Que nunca nos dijimos que era el amor lo que perseguíamos, pero lo buscamos. A día de hoy lo buscamos. En la risa de los hijos, en la forma de querernos, en el empeño en buscar al otro, en el afán de abrazar la noche.

Cuando a solas con nosotras mismas no permitimos que se escape el momento. Ése es el día que se convierte en noche. Noche de luna llena que nos habla de nosotras, y del universo. Del caos de nuestra vida y del esfuerzo, de organizar un territorio que sea transitable. Un mundo que sea coherente. Un cuerpo que sea saludable para recibir al mañana.

Un mañana lleno de besos chiquitines nos espera. A que seamos valientes. A que tengamos paciencia, para ser nosotras mismas en nuestro caos de madres gatas.


...Feliz noche de mermelada casera...
...desde mi avioneta sobre los tejados...





 
"Alta es la luna", música sefardí





Para pensar, sentir, volar sobre lo que vivimos:
Cine: Alguien voló sobre el nido del cuco de Milos Forman, alguien sumando a más, piensan, sienten, buscan… cambian su destino, desatan su pasividad.

Arte: Annete Messeger  recurre a  lo cotidiano, lo casero (peluches, ropa…), para repensar lo que nos hace por dentro. Más allá de lo impuesto, en las noches que no son en blanco…


http://www.theguardian.com

http://www.theguardian.com

Todas las ilustraciones realizadas por Voladora de sueños, para El cielo por el tejado


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