miércoles, 22 de enero de 2014

Un huerto llamado Tierra (Sueños I)

Ilustración: El cielo por el tejado


Ayer mi pajarillo me contó un sueño que le inunda las noches. Un sueño que habla de ecología y de equilibrio, y como él tiene un sentido del orden tan elevado me preocupa que mañana por la mañana no encuentre el mundo tal y cómo él lo dejó. En ese mundo estaba feliz, tenía un huerto grande y redondo, como una pelota, en él cogía tomates y hundía los pies en el barro de los surcos regados. “Mamá, y como es pequeño lo llamaré Tierra…”.

Tierra, pensé, ¡que nombre más adecuado para un huerto sin dueño, regado por 5 océanos…!
Los niños se creen sus sueños. No diferencian realidad de ficción. Como un indígena del amazonas cree en su chamán, como un chamán cree lo que sus sueños le dictan. Y aquel planeta con el que jugaba estaba en el terreno de lo sagrado, en el territorio de los sueños.

“En mi mundo en flor transporto
todos los mundos que fracasaron”

 R. Tagore, Los pájaros perdidos


…Hay que vivir cultivando nuestro huerto, dijo Voltaire. Y mi huerto, que es un poco el de todos, a menudo está un poco seco, un poco descuidado, un poco lleno de plagas…

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Foto: El cielo por el tejado

La tierra hace tiempo que lanzó un grito, y nosotros no estamos sordos. Sabemos, pero no hacemos.
Los que poseen el mundo, y los que luchamos por habitarlo hace tiempo que estamos oyendo a los que no lo poseen, a los que luchan por no ser expulsados. De su tierra, de sus lugares, de su dignidad de no habitantes. Y nosotros oímos pero no escuchamos. Porque escuchar requiere ponerte en el lugar del otro.

Dice Marc Augé (antropólogo francés) que existen lugares que son no-lugares. Donde uno no es. Porque no puede ser. En los espacios donde no se convive, donde te miras los zapatos en lugar de a los ojos, donde aprietas una tecla en vez de la mano cálida, donde pagas con dinero en lugar de con un beso…

Quiero acercarme a ti, al otro, y no siempre se cómo.

Me inventaré un modo de abonar nuestro camino, surco a surco. De maceta a maceta. Veneraré al Dios de las lluvias para que empape la tierra de formas de entendernos. Y que en ese entendimiento fructifique otra forma de mirar la naturaleza. Juntos. Para que nos muestre el respeto por la tierra. Por el lugar, el si-lugar definitivo que nos da cobijo, alimento, terreno para sueños…
Me acercaré a ti, al otro, al que comparte conmigo el planeta con la ilusión de que broten las utopías, las ideas, las ganas de hacer...
Como el Principito que regaba su rosa, cuando la abandonó supo que era única, que era SU rosa…

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Ilustración; El cielo por el tejado


Para que no abandonemos el proyecto de ser personas: hortelanos de una misma huerta. Una huerta sostenida. Sostenible. Que no sea devorada por los baobabs…

Para que no dejemos pasar la primavera sin sembrar una semilla.

Tendré que regar el huerto del desencuentro, la diferencia, dónde crecen tomateras que no se entrecruzan, que desprenden incomprensión. Es un huerto de soledades que comparten metro cuadrado, que no se riega hace tiempo. Pequeños plantones que se rozan en el autobús sin saber si ese brazo sufre, si esa manga no tiene con quien hablar, si esa mano cuida de uno o de tres. Si ya se casó. Si perdió el amor. Si perdió a su mejor amigo, la forma de mirar, las ganas de contar, de acudir, de trabajar, de protestar…

Perdimos.

Perdimos a los chamanes y buscamos, como una pantera su presa, una noche mágica que nos devuelva los sueños. Pero las noches mágicas de los adultos hay que trabajárselas. Ingeniárselas. Arriesgarse y meterse en faena. Mancharse las manos, sudar la cabeza.
Y si un día tenemos un sueño, cultivarlo, porque los sueños son sagrados, debemos perseguirlos o nos perseguirán a nosotros: Devastando los mares, arrasando los bosques. Dejando sin infancia a los principitos que riegan su rosa entre montañas de estiércol, en las afueras del mundo.

Cultivaremos el sueño y lo tendremos, ¡seguro!: un huerto cultivado, redondo como una pelota. Con el que jugar y hundir los pies en el barro. Así, como lo dejó un niño… hace apenas dos horas.

Felices sueños avistando la Tierra…
…desde los sueños de un niño…


“La noche besa al día que declina y le susurra:
soy tu madre la muerte. He de darte nueva vida.”
Rabindranath Tagore, Los pájaros perdidos


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Foto: El cielo por el tejado



P.D: Mireia, son tantas las semillas, y tan grande la tierra… ¡no abarcaremos con la mirada toda la naturaleza!
Habrá tanta vida…

 

Para soñar despiertos, para trenzar lianas dentro de nuestros sueños:
Un cuento para pajarillos: Duerme bien, pequeño oso de Quint Buchholz, Lóguez Ediciones (La ilusión de un mañana da alas a los buenos sueños…)
Un libro de poesía: El jardinero de Rabindranath Tagore, (la naturaleza como parte de lo que somos…)
Una canción: Colores de Topo
Un himno: Aceituneros de Jaén por Paco Ibañez

Ilustración destacada: El cielo por el tejado
Fotos e ilustración: El cielo por el tejado




2 comentarios:

  1. Hay que cultivar los sueños!! Me ha encantado tu referencia al cuidado de la rosa del Principito... es un libro que me inspira muchísimo!!!
    Un besazo :)

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  2. Si, es que el Principito cultivaba sus sueños, y el cariño, y la amistad... todo eso tan invisible pero que tan esencial es para vivir la vida plenamente!

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