domingo, 19 de enero de 2014

Una mirada que transforma... Miradas I

Son las 22,45h. Mi niño descansa en el nido. Las nubes son claras y dispersas. Yo vuelo en mi bimotor, soñadora. Me asomo a ver el paisaje y veo el mundo en perspectiva…

Este mundo patas arriba (que diría Eduardo Galeano) necesita otra mirada. No creo que pida demasiado, ni creo que resulte muy descabellado. Eso sí, soy radical pensando que es del todo imprescindible cambiar el modo de mirar. La mirada revoluciona, sonroja, enamora, diluye el dolor, observa, amenaza, interroga, acompaña, humilla, ama, te llena de terror... Es tal poder el que tiene, que por fuerza quien la posee es un ser empoderado. Y visto así no está mal, cualquiera podemos serlo...

Este mundo patas abajo (esto ya lo digo yo) está repleto de mujeres con un bebé en brazos, mujeres puérperas, en tránsito: que caminan de un estado a otro, del líquido al gaseoso. Y este vaivén tan especial tiene una clara ventaja, necesita de unos ojos que sean capaces de ver lo que nadie más  aprecia. Así pueden transitar entre el cuerpo y el espíritu. Fluyen sin tropezar, sin molestar, entre susurros de sábanas y olor a calostro...
Ilustración: El cielo por el tejado


Este mundo de cuerdos que no saben lo que hacen (dejemos en paz a los locos que son mucho más coherentes) tiene un escuadrón de miradas poderosas apartadas, recluidas. A las mujeres puérperas no se las tiene en cuenta, se las tacha de depresivas, de inestables hormonales, se las guarda en cuarentena (por si nos contagian algo), se las da por imposibles...  pero están ahí. Posibles. Con mirada dulce, soñadora, hambrienta y devoradora. Una mirada de cuidados, de atención a las estrellas, de mamífera depredadora. Todo lo pueden con su mirada.

Este mundo regido por hombres y algunas mujeres que los asemejan está demandando miradas. Cómo un niño que se estrena tirándose por el tobogán. Como un adolescente que no llega a la hora de la cena.

Este mundo reversible necesita una mirada cargada de paciencia, envasada y en conserva si es posible: ¡que no se eche a perder, con todo lo que cuesta hacerla!

Necesita una mirada rebelde, que responda, que conteste. Como lo hacen los jóvenes, así, sin pensarlo, sin medir, sin ocultarlo. Trasgrediendo, alentando.

Una mirada que crea que la cultura es patrimonio de todos y para todos: de las vecinas que cantan al barrer, de las blogueras que escriben a placer, de los que paran el mundo en la manifestación, del que cuenta un cuento a un niño y no espera nada a cambio…

cdmiry
Foto: El cielo por el tejado


Una mirada que no anule, que no infantilice, sino que invite a participar ¡y a salir a pregonar! ¡Que vienen tiempos de cambio forzoso, que nuestra mirada es poderosa! Que anime a disfrutar de los vínculos ciudadanos, de las asociaciones vecinales, de las redes de mamás en marcha, de los colectivos que dan vida a los ideales, de los gritos y los cantos en las calles…

El puerperio nos da poesía tras los párpados, nos humedece el globo ocular, nos reconstituye la vista... para tener una mirada que derrita la dureza que se forma en las entrañas. 

La maternidad recién estrenada nos da coherencia en cada batir de pestañas, y ahí es donde nos damos cuenta de que el mundo tal y cómo es choca con lo que debería ser. Nos plantea crisis, nos cuestiona, nos hace crecer del revés: cada vez más pequeñitas, más como debiéramos ser.

El mundo como es necesita una mirada crítica, que denuncie, que le de voz a los silenciados, a los olvidados, a los que se perdieron más allá de si mismos.

Una mirada que no esté anestesiada (del latín: sin-sentir), dormida, insensible. Sino todo lo contrario: despierta, activa, sensible. Para vibrar con el latir del mundo, con el crear de los niños, con el rodar de lo maravilloso que puede aparecer por cualquier lado.

Unos ojos que lloren lo que no está escrito. Ni publicado. Ni promovido en televisión. Que parece que no existe nada que no vea su ojo todopoderoso, embriagado de luces y de poder.


telePONER
Ilustración: El cielo por el tejado


Ojos empoderados de mujer que griten lo que la humanidad entera necesita: justicia. Para los excluidos, para los empobrecidos, para los parados, para los que viven en ese otro mundo (el tercero) que parece que no son del nuestro.

Que ampare, que proteja y cuide a los niños abandonados a su suerte. A su mala suerte. De sus padres, sean los que sean. Del estado, sea cual sea.

Una mirada que haga visible lo invisible. Que la magia de los ojos de una mujer puérpera reconozca el valor de lo sensible, lo escondido en las válvulas del corazón. Que nos descubra lo palpitante y misterioso que hay en el mundo, así como lo hace una placenta que ve la luz. 

Una mirada que condene la violencia hacia los niños, la bofetada, el insulto, el chantaje emocional, el abuso, el maltrato. El abandono de no ser mirados. Y la violencia hacia las mujeres: la obstétrica, la publicitada, la consentida culturalmente en todos los lugares, la que no se ve pero se vive…
Una mirada que desnude y que interrogue…


Tunel
Foto: El cielo por el tejado


Una mirada en movimiento, que reúne, moviliza, se revuelve… En este mundo, yo sueño que tres mil millones de miradas apuntan al mismo sitio, en la misma dirección. Que no permitan, que no cedan. Miradas que disparen si hace falta, porque todo está permitido para que el amor circule, se instaure, restablezca el sentido. Porque no podemos quedarnos sentadas en medio de un campo de batalla, porque una bala nos alcanzará seguro.

Alcemos un castillo con las piezas de los Lego. Forcemos un asedio a la mezquindad. Un asalto al abuso, al empujón, a la violencia. Demos muerte al fracaso de los derechos humanos e icemos la bandera de la solidaridad. Y hagamos todo eso mirando a nuestro alrededor con otros ojos.

En este sueño que no es mío. Que no es tuyo. Sino nuestro. Comparto una mirada hacia el futuro: Que tengamos paz para criar a los hijos, y que tengamos valor para luchar por ella,  declarar la guerra con ejércitos de madres puérperas si hace falta. Con cañones que disparen leche. Con miradas que construyen desde lo más sensible, lo más pequeño, lo cotidiano. Con ojos que creen en otra forma de mirar al mañana. Poco a poco, una a una, en una red que crezca cada día y cada noche… Una red de miradas que dan la vida en este mundo de cuerdos que no saben lo que hacen.

Felices sueños desde mi bimotor …
…surcando suavemente el horizonte…



Por si os recorren por el cuerpo las ganas de mirar y no sabéis cómo quitároslas a mi me sirvió:
Dos libros: “Patas arriba. La escuela del mundo al revés” de Eduardo Galeano y “No-Logo” de Naomi Klein
Dos películas: “La vida es un milagro” (2004) de Emir Kusturika (una mirada deliciosa a la vida) y "Las tortugas también vuelan" (2004) de Bahman Ghobadi (una mirada sensible a una realidad desgarradora)



Imagen destacada: El cielo por el tejado
Ilustración y fotografía: El cielo por el tejado



No hay comentarios:

Publicar un comentario